Editorial
Parecería que el “diezmo” que pagan los presidentes municipales a los diputados es algo nuevo, o que la mordida que cobran los alcaldes a los que les adjudican obras o servicios es de nueva invención. Ambos métodos de corrupción son la herencia del priismo que gobernó durante 70 años sin ningún contrapeso en México. La democracia funciona sólo cuando los ciudadanos exigen a todos los que ejercen el poder rendición de cuentas de todo el dinero que gastan, y cuando se lo roban los meten en la cárcel y los obligan a devolver lo robado. El remedio está al alcance de la mano, pero lamentablemente la mayoría de los mexicanos han estado ajenos al servicio público, y han perdido credibilidad e interés por lo que se hace en el gobierno, pues si la ley se aplicara, tendríamos servidores públicos confiables, es decir, gobiernos prudentes no recaudatorios ni corruptos.
