Editorial
No cada seis años, porque esto no solo sucede en las campañas presidenciales, sino cada vez que un cargo público de elección popular está en disputa los candidatos nos bombardean con promesas de campaña que parecen ofrecer la solución a los grandes problemas que puede padecer un municipio, una delegación, un estado o un país. Como es costumbre desde los tiempos primigenios, la relación gobernante-gobernado ha sido desfavorable para el segundo. Un ejemplo fue cuando el ex presidente Felipe Calderón nos prometió la desaparición de la tenencia, pero no nos lo cumplió. O, cómo olvidar a aquel ex presidente de la República que exclamó: “defenderé el peso como un perro” (José López Portillo). Sería bueno que existiera una ley que obligara a todo aquel que ostenta un cargo de elección popular a cumplir sus promesas de campaña y en caso de no hacerlo que haya sanciones. Siempre y cuando no se cumplan las promesas como aquel otro célebre expresidente, Luis Echeverría Álvarez, que prometió: “México para los Chilenos, y Chile para los Mexicanos”. Desgraciadamente en esa ocasión sí cumplió.
